viernes, 24 de junio de 2011

Qué hace que los niños digan mentiras



para mi amiga dani q esta feliz con su bb en camino...







Creo que no hay ningún adulto en el mundo al que le gusten las mentiras. Todos andamos buscando siempre la verdad de las cosas y todos estamos de acuerdo en que las relaciones interpersonales funcionan mejor cuando hay confianza y sinceridad.
Por eso muchos padres suelen decir a sus hijos esa conocida frase: “lo peor no es que lo hicieras, sino que me mintieras” y lo más curioso es que los padres mentimos bastante en nuestro día a día sirviendo muchas veces nuestro modo de actuar como ejemplo para nuestros hijos, que acaban también mintiendo.
A continuación vamos a ver qué es lo que hace que los niños digan mentiras:

Imitar a los adultos

Como he dicho los adultos mentimos mucho y a menudo lo hacemos en presencia de nuestros hijos. Llamar por teléfono y decir que no podemos ir a algún evento porque nuestro hijo se ha puesto enfermo y el niño darse cuenta que no es verdad, decir que cojeas porque te has hecho daño haciendo deporte cuando te lo has hecho bajando unas simples escaleras (porque estás en baja forma) y explicar las cosas exagerando cuando el niño conoce la versión oficial de los hechos son algunos ejemplos de esto.

Para complacer a alguien o no herirle

También mentimos mucho los adultos en las relaciones con personas conocidas que no son de nuestra confianza plena (y a veces también con personas que sí son de nuestra confianza pero a las que no queremos herir).
Hay personas que dicen las verdades y como se suele decir habitualmente “las verdades ofenden”. Son personas a las que agradeces su sinceridad en muchas ocasiones, pero que en otras prefieres no tener cerca porque sabes qué te van a decir.
Los niños suelen escuchar con atención las conversaciones de los adultos y a medida que crecen se dan cuenta cada vez más de nuestras mentiras, sobretodo porque después solemos hablar de las personas que nos encontramos: “Hola Marta, estás estupenda”… “Hoy he visto a Marta… ¡no veas lo estropeada que está!”
Otro ejemplo muy claro es cuando decimos que un regalo nos encanta para luego, en casa, decir que es horroroso.

Para llamar la atención porque se siente poco atendido

Hace un tiempo hablamos de algo así en el blog, así que os emplazo a esas entradas para tener una perspectiva más completa. Resumiendo un poco, algunos niños que se sienten poco atendidos o poco queridos acaban recurriendo a la mentira para tener el reconocimiento o la atención que en condiciones normales no obtienen. Esto lo consiguen inventándose enfermedades, explicando que se han hecho daño o bien contando historias que les han pasado en el cole con sus amigos, haciéndose los protagonistas o explicando cosas increíbles con la intención de lograr nuestra sorpresa y admiración.




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Creo que no hay ningún adulto en el mundo al que le gusten las mentiras. Todos andamos buscando siempre la verdad de las cosas y todos estamos de acuerdo en que las relaciones interpersonales funcionan mejor cuando hay confianza y sinceridad.
Por eso muchos padres suelen decir a sus hijos esa conocida frase: “lo peor no es que lo hicieras, sino que me mintieras” y lo más curioso es que los padres mentimos bastante en nuestro día a día sirviendo muchas veces nuestro modo de actuar como ejemplo para nuestros hijos, que acaban también mintiendo.
A continuación vamos a ver qué es lo que hace que los niños digan mentiras:

Imitar a los adultos

Como he dicho los adultos mentimos mucho y a menudo lo hacemos en presencia de nuestros hijos. Llamar por teléfono y decir que no podemos ir a algún evento porque nuestro hijo se ha puesto enfermo y el niño darse cuenta que no es verdad, decir que cojeas porque te has hecho daño haciendo deporte cuando te lo has hecho bajando unas simples escaleras (porque estás en baja forma) y explicar las cosas exagerando cuando el niño conoce la versión oficial de los hechos son algunos ejemplos de esto.

Para complacer a alguien o no herirle

También mentimos mucho los adultos en las relaciones con personas conocidas que no son de nuestra confianza plena (y a veces también con personas que sí son de nuestra confianza pero a las que no queremos herir).
Hay personas que dicen las verdades y como se suele decir habitualmente “las verdades ofenden”. Son personas a las que agradeces su sinceridad en muchas ocasiones, pero que en otras prefieres no tener cerca porque sabes qué te van a decir.
Los niños suelen escuchar con atención las conversaciones de los adultos y a medida que crecen se dan cuenta cada vez más de nuestras mentiras, sobretodo porque después solemos hablar de las personas que nos encontramos: “Hola Marta, estás estupenda”… “Hoy he visto a Marta… ¡no veas lo estropeada que está!”
Otro ejemplo muy claro es cuando decimos que un regalo nos encanta para luego, en casa, decir que es horroroso.

Para llamar la atención porque se siente poco atendido

Hace un tiempo hablamos de algo así en el blog, así que os emplazo a esas entradas para tener una perspectiva más completa. Resumiendo un poco, algunos niños que se sienten poco atendidos o poco queridos acaban recurriendo a la mentira para tener el reconocimiento o la atención que en condiciones normales no obtienen. Esto lo consiguen inventándose enfermedades, explicando que se han hecho daño o bien contando historias que les han pasado en el cole con sus amigos, haciéndose los protagonistas o explicando cosas increíbles con la intención de lograr nuestra sorpresa y admiración.

Para evitar un castigo

Hemos hablado también largo y tendido acerca de los castigos, siendo nuestra postura contraria a su uso (y a mí por lo menos no me ha ido nada mal hasta la fecha). La razón de rechazar el castigo como método educativo es que acabas consiguiendo poner al niño en contra del castigador (padre o madre), porque los castigos suelen generar malestar y rabia y que muchos niños acaban por tratar de evitar el castigo, no comportándose como los demás esperan que se comporten, sino evitando ser cazados. Es decir, haciendo aquellas cosas merecedoras de castigo, pero a escondidas ocultando la autoría de los hechos (a veces incluso cuando les has visto hacerlo: “¡que yo no he sido!”).

Por vanidad o con la intención de gustar a los demás

Podría ir un poco relacionado con la necesidad de recibir atención, aunque este punto se puede asociar quizás un poco más a aquellos niños que tienen una autoestima un poco baja (que suele ser consecuencia, entre otras cosas, de la falta de atención de sus seres queridos).
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La autoestima es algo así como la autopercepción dentro de un entorno social. El cómo me veo yo cuando estoy con los demás y el cómo me ven ellos. Si me siento querido, si me siento escuchado, si me siento importante para los demás,...
Por desgracia la autoestima de los niños y de los adultos va demasiado relacionada, hoy en día, al comportamiento y a los logros más que a la existencia en sí. Muchos padres demuestran su máximo cariño cuando sus hijos sacan buenas notas, cuando son los primeros en algo, cuando se han comportado bien en algún sitio, cuando les han obedecido, etc., pero el amor no puede ser sólo eso, porque los niños no siempre obedecen (ni deben hacerlo si quieren llegar a ser adultos con criterio), porque no siempre sacarán buenas notas (¿a quién le gusta estudiar aquello que no le gusta?) y porque lo más probable es que no siempre sean los primeros (unos ganan y otros pierden).
Cuando los niños crecen la autoestima acaba formándose (la cosa se pone peor), además de por los logros, por aquello que has conseguido tener: “mis amigos quieren venir a mi casa a jugar porque tengo la consola último modelo”, “mis amigas quieren estar conmigo porque tengo una bicicleta de Hanna Montana” y, en general, el interior, el carácter, los valores, los sentimientos, los deseos de los niños, aquello por lo que deberían ser valorados, pasa a un segundo plano.
Por eso muchos niños acaban inventando historias (“yo también tengo una casa en la playa y allí tengo una consola último modelo”) y acaban inventando logros (“papá, hoy he sido el primero en… y la señorita me ha dado un premio”), precisamente, para que los demás les tengan en cuenta (“tanto tienes, tanto vales”).

Por no ser capaces de distinguir entre realidad y ficción

Algunos niños no son capaces de distinguir entre lo que es verdad y lo que es inventado. En este caso, diferente como veis al resto, los niños deben recibir atención profesional porque no son conscientes de la mentira.

Concluyendo

Si os dais cuenta la mayoría de razones que lleva a los niños a mentir provienen del buen o mal hacer de los adultos. Nos ven mentir a las demás personas y, lo que es peor, les mentimos a ellos a menudo y ellos, que no son tontos, se dan cuenta (“se caza antes a un mentiroso que a un cojo”).
Les decimos que la maquinita de la calle no va a moverse porque no funciona y segundos después un niño está disfrutando con su movimiento, les decimos que “no llores, que no te van a hacer nada” en la visita al enfermero y segundos después les están poniendo una vacuna y les decimos muchas otras cosas cuya verdad aparece enseguida. ¡Si es que en el fondo es culpa nuestra porque mentimos fatal!
Pues bien, con semejante ejemplo y en un mundo donde la mayoría de niños pasa menos tiempo con sus padres del que desearían lo normal es que de vez en cuando mientan. No sé si es deseable o no, quizás para mantener el orden social sí sea necesario que aprendan a mentir para no herir a los demás (no siempre, claro), pero normal que suceda, para mí si lo es, comportándonos como lo hacemos los adultos, que somos sus referentes.

Los padres mentimos a nuestros hijos una vez al día


familia
“Los Reyes Magos no traen regalos a los niños malos”, “va a venir el cuco y te comerá”, “los bebés vienen de París”, “estás tan flaquita que vendrá un viento fuerte y saldrás volando” (esa me la decían de pequeña), “si tuerces los ojos te quedarás bizco para siempre”, y así una larga lista de mentiras piadosas que decimos a nuestros hijos.
¿Qué padre no ha dicho una pequeña mentira a su hijo alguna vez? Creo que todos hemos recurrido a ellas. Según una encuesta realizada a padres y madres en Estados Unidos, los padres les decimos a nuestros hijos un promedio de 3.000 mentiras a lo largo de su infancia, al menos una cada día.
Lo curioso es que la mayoría de las mentiras piadosas que se dicen a los hijos, también nos las decían nuestros padres a nosotros cuando éramos pequeños y a ellos nuestros abuelos.
Decir mentiras, por más piadosas que sean, es la forma más común de engañar a otros en la vida cotidiana. ¿Por qué mentimos a nuestros hijos? Pues la mayoría de las veces porque creemos que no están preparados para saber ciertas cosas, porque creemos que es mejor protegerlos de ciertas verdades, porque creemos que no nos entenderán si le decimos la verdad o muchas veces, simplemente, para conseguir que hagan lo que queremos.
Aunque alguna vez les habré dicho alguna mentira a mis hijas, creo que siempre es preferible contarles la verdad y evitar las mentiras, por más que sean piadosas. Aunque nadie se ha traumatizado porque le hayan dicho de pequeño que los niños venían de París, ¿cuál es la necesidad de mentir? ¿No es muchos más razonable explicarles cómo nacen los bebés en un lenguaje adecuado para la edad del niño? Hoy mismo, mi hija mayor me preguntaba si a las mamás nos abrían la panza con un cuchillo para sacar al bebé de la tripa, le contesté que no (bueno, lo de la cesárea no venía al caso) y le expliqué por donde nacen los bebés.
Es cierto que algunos padres se paralizan ante ciertas preguntas y prefieren evitar situaciones embarazosas respondiendo con mentiras piadosas que en definitiva no conducen a nada, confunden a los niños y genera que ellos también empiecen a decir mentiras.

Niño mentiroso o quizás imaginativo

Las mentiras consisten en simular algo irreal, como cuando juegan a ser un superhéroe, a piratas, etc. La verdad es que la mentira es un gran paso cuando es inicial, es decir, cuando un niño miente por primera vez, da muestras de que está dando un gran paso de progreso intelectual y social, pero hay que entender que hay mentiras y mentiras.
Las implicaciones de las mentiras varían según la edad, las primeras trolas, son un experimento que al principio tienen un importante papel exploratorio. Gracias a ellas, los niños se dan cuenta de que tienen una mente y pensamientos propios, una intimidad que pueden compartir o preservar según su voluntad.

Aprenden a engañar a los demás, experimentan con las trolas y las ponen a prueba, por esta razón, las mentiras son un paso clave para la superación del pensamiento egocéntrico, un gran paso en el desarrollo de la inteligencia y de la comprensión del mundo social.
¿Como sabemos que estas mentiras son experimentales? Pues porque a menudo nos revelan la verdad diciéndonos “no, no era verdad, te engañe” y el niño sigue experimentando como cuando te pregunta “¿a que no sabes como se llama mi nuevo amigo?”, tú le preguntas “¿cómo?”, y él te contesta “aaah tu no lo sabes y yo siii”. Estos experimentos en realidad se traducen en juegos que desarrollan su potencial.
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Durante los primeros años, fantasear y tener mágicos pensamientos es muy importante, ya que delimitan lo real de lo imaginario, porque para ellos estos conceptos aún están algo confusos. Es por esta razón que fantasean fácilmente, que nos dicen que hablan con sus muñecos o cualquier fantasía propia de su edad. Por eso, nunca debemos tacharlos de mentirosos y mucho menos reñirles o ponerles en ridículo, ya que como hemos dicho antes, es una cosa propia de la edad.
Como padres debemos ser tolerantes pero sin llegar a seguir la corriente al pequeño, es bueno respetar y alimentar su fantasía pero nunca impulsarla con exceso y menos hacer sentir al niño que se le va de las manos. Claro, que todo esto es válido durante los primeros años, conforme va creciendo, esas mentiras cambian por otras en las que influye un miedo a un posible castigo y así evitar la posible regañina.
Siempre que podamos, debemos intentar buscar la causa de la mentira y no ser muy rígidos e imponer las normas de conducta. Si un niño miente mucho, hay que preguntarle por qué lo hace e intentar explicarle que no está bien, pero nunca llamarle mentiroso ni nada parecido ya que en ocasiones, las mentiras son una manera de obtener afecto o de no perderlo.
Una mentira puede ser para impresionar, para captar la atención o para darse importancia, o quizás de todo un poco a la vez. A veces el origen de las mentiras es la falta de atención por nuestra parte, de demostrarle el cariño…
Fomentar la sinceridad es muy importante, darle ejemplo lo principal, pero también debemos comprender las fantasías del niño y conforme va creciendo, restar importancia a las mentiras menores, dejará de utilizarlas.

No mentir ni ocultar a los niños las situaciones difíciles

no mentir a los hijos
Las situaciones difíciles como las enfermedades graves o la muerte son complicadas para toda la familia, pero los niños no deberían quedar al margen de estos hechos. Porque si mentimos u ocultamos situaciones graves o difíciles para intentar su bienestar, podríamos estar provocando el efecto contrario en los niños.
Porque ante el desconocimiento, puede haber miedo e inseguridad, si hay una persona gravemente enferma en el entorno familiar, si se produce la muerte de un ser querido… los niños se dan cuenta de que algo sucede, pero no entienden.
Es mucho mejor explicarles lo sucedido, adaptándonos a su nivel de comprensión, probablemente sin dar detalles, pero, lo más importante, haciéndoles saber que es normal estar preocupado o triste por lo que sucede, que podemos hablar con ellos del tema cuando lo deseen…
En el número de este mes de la revista electrónica Famiped, de información para padres de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, hay un emotivo artículo que nos habla de este tema, exponiendo una situación difícil ante la que el ocultamiento o la mentira pueden ser contraproducentes: la grave enfermedad de la madre de unos niños.
Os recomiendo su lectura, pues toca temas como las etapas del niño en la comprensión de la muerte, del que os hablamos hace unas semanas.
También os contamos cómo hablar a los niños sobre la muerte, una situación difícil pero con la misma premisa que se desprende del artículo de Famiped: las “mentiras piadosas” a los niños no son lo más adecuado.
Hay ciertos consejos que ayudarán a los padres a tratar los temas complicados:
  • Hay que asimilar uno mismo la noticia, con el fin de transmitirla de una forma razonable.
  • Responder a las preguntas, estemos donde estemos, dejando que los niños marquen el ritmo de la conversación. Es bueno que expresen su preocupación también, pues de este modo verán calmada su inquietud.
  • En el caso de enfermedades incurables, es preferible hablar de mejoría que de curación, y no prometer algo que no dependa de nosotros o no estemos seguros de poder cumplir.
  • Si la evolución es mala, hay que explicar que todo el mundo está haciendo todo lo que se puede, pero las cosas no están saliendo bien.
  • La cuestión de la muerte se debe plantear de forma progresiva, y será bueno el haber pensado en ello antes de que ocurra.
  • Algunos niños se mantienen indiferentes ante la situación, aunque en su interior seguramente estén conmocionados. No hay que alejarse de ellos y les preguntaremos si desean escuchar o hablar de sentimientos.
En definitiva, lo mejor es no mentir ni ocultar a los niños las situaciones difíciles, y con nuestra compañía y comprensión, las de la familia y el entorno cercano (escuela, amigos…) el dolor se sobrellevará mejor.

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