Todos, pequeños y mayores, tenemos nuestras preferencias a la hora de comer. Nos encantan unos alimentos, aborrecemos otros y en el punto medio estaría esa gran cantidad de alimentos que solemos comemos con agrado (o sin disgusto). Pero, ¿cómo surgen las preferencias alimentarias en los niños? ¿Vienen determinadas desde el útero materno? ¿Se pueden modificar?
Las preferencias alimentarias se aprenden a través de la experiencia con los alimentos y la comida, incluso desde antes de nacer, pues en el útero materno al bebéle llegan a través del líquido amniótico los sabores de los alimentos que toma la madre.
Por esta razón, los gustos no son universales y además pueden ser modificables, lo cual resultará tanto más fácil cuanto más temprana sea la edad del niño. De ahí la importancia de evitar no ofrecer a nuestros hijos alimentos que a nosotros no nos gustan o de “camuflarles” las verduras. Lo mejor es que experimenten y prueben todo lo que sea adecuado para su salud.
El concepto de preferencia alimenticia implica una situación de elección y se refiere a cuál de dos o más alimentos se escoge, diferenciándose así del término de “gusto”, ya que éste hace referencia a una respuesta afectiva a los alimentos y constituye uno de los determinantes de la preferencia.
Para otros autores, las preferencias alimentarias hacen referencia a determinados alimentos que a la gente le gusta comer, aunque esto no signifique que, necesariamente, vaya a comerlos; o también una elección específica de un determinado alimento o bebida de entre los disponibles. Veamos qué factores van a determinas las preferencias alimentarias de los niños.
Factores que determinan las aversiones y preferencias de alimentos
Las aversiones y preferencias alimentarias son determinantes en el comportamiento alimentario de los niños (y en todos), porque si algo no les gusta tenderán a no comerlo.
Probablemente el determinante principal de lo que se come sea la accesibilidad a determinados alimentos, pero al margen de ello pueden observarse la influencia de factores biológicos, económicos, psicológicos, sociales, culturales… en la elección de los alimentos.
- Biología: se constata que los humanos, como seres omnívoros, tenemos pocas preferencias alimenticias innatas. Sin embargo, existen algunas predisposiciones genéticamente determinadas.
- Genética: se ha encontrado una mayor similitud en las preferencias alimenticias de gemelos monocigóticos, que las existentes en gemelos hetero-cigóticos.
- Existe otra predisposición con base genética, que es la respuesta ambivalente que puede producirse en el ser humano ante la presencia de un alimento nuevo para él. Una mezcla de interés (neofilia) y de miedo (neofobia). Diversos estudios ponen de manifiesto que este miedo, este disgusto ante los nuevos gustos, existen en niños de corta edad e incluso en individuos adultos.
- La náusea y el vómito u otras consecuencias gastrointestinales adversas producidos tras la ingestión de un alimento son factores particularmente decisivos en los seres humanos, para la producción de una aversión alimentaria adquirida. Esto asigna un papel primordial a la experiencia y al aprendizaje al establecer las comidas preferentes y los patrones de consumo.
- Por otro lado, los factores sociales y culturales ejercen una influencia predominante sobre las preferencias alimentarias. Probablemente no prefiramos los gusanos de maguey porque aquí no se come este tipo de alimentos. En otros lugares las gambas y crustáceos son vistas como algo que nunca se echarían a la boca. Los seres humanos han creado una cultura que les permite transmitir todas las creencias nutricionales, los valores, las preferencias y las formas de preparación y servicio de alimentos. Las presiones sociales tales como los alimentos a los que el niño tiene acceso, las costumbres… fuerzan la exposición al alimento, y la exposición estimula el gusto.
Gusto por lo dulce y aversión por lo amargo
Probablemente muchos niños preferirán un plátano a una alcachofa, y así con muchos otros alimentos dulces y amargos. Dentro de los factores biológicos que hemos visto anteriormente hay que destacar la preferencia innata hacia el sabor dulce y la tendencia a manifestar una aversión por el gusto amargo.
Lo salado también queda en un segundo lugar a la hora de las primeras preferencias, por eso a muchos niños cuando les llega la alimentación complementaria les cuesta tanto. Hay estudios que demostraron hace años que al suministrar a recién nacidos determinadas soluciones amargas (pobres bebés), estos mostraban mediante expresiones faciales su disgusto, mientras que demostraban expresiones placenteras si se le administraban soluciones de sabor dulce.
El sabor amargo probablemente nos indique algo peligroso para la salud (los sabores amargos en la naturaleza muchas veces indican toxicidad, se asocian a lo venenoso). La evolución habría permitido una preferencia innata por el sabor dulce (indicador de alto contenido en calorías), lo que habría significado una ventaja en la evolución favoreciendo el consumo de alimentos más calóricos y nutritivos.
No obstante, y volviendo a los factores sociales y educacionales, aunque las preferencias alimentarias de van formando desde que son pequeños, más adelante no es demasiado tarde para modificarlas. También en la adolescencia pueden producirse cambios hacia un consumo de alimentos más saludables, ya que con la edad se amplía el rango de alimentos probados al disminuir neofobia y al aumentar su autonomía con relación a los alimentos y la comida.
En este sentido es importante dar ejemplo a los niños con los hábitos alimentarios de la familia, y aunque esto resulte más fácil llevarlo a cabo a una edad temprana, también cuando crecen pueden producirse cambios hacia un consumo de alimentos más saludables.
La neofobia es un miedo derivado en la mayoría de los casos de una dieta bastante pobre en cuanto a sabores, de modo que también hemos de procurar un menú variado. Pero, incluso antes de que se sienten a la mesa, antes de que hayan nacido, podemos acostumbrarlos a nuevos sabores y ampliar las preferencias alimentarias de los niños.
Neofobia, miedo a probar alimentos nuevos
No me gusta”, “Pero si no lo has probado”, “No quiero”... Si esta escena os resulta familiar, puede que vuestro hijo tenga neofofia. La neofobia, que etimológicamente significa “miedo a lo nuevo”, se refiere al miedo que tienen los niños a probar alimentos nuevos, y aunque es un trastorno que afecta en la infancia también puede darse en adultos.
El niño se niega a probar nuevos alimentos continuamente, llora y siente malestar cuando se le incita a ello. No es un simple rechazo a un alimento (qué niño no lo tiene en algún momento y se niega a comer) sino una aversión extrema.
Las aversiones y preferencias alimenticias constituyen una variable de carácter individual del comportamiento alimenticio de una persona que están influidas por una compleja red de interacciones de múltiples factores, tales como la disponibilidad de alimentos, el aprendizaje condicionado, factores económicos, factores genéticos...
También hay investigaciones que señalan que los bebés nacen con un instinto protector frente a los alimentos nuevos, y por ello la mayoría muestran cierto rechazo para probarlos y necesitan su tiempo y varios intentos hasta aceptarlos. Pero hablamos de niños, con una dieta complementaria establecida. ¿Hay alguna manera de actuar sobre la neofobia?
Cómo ayudarles a probar sabores nuevos
Más que de actuar, hablemos de prevenir. Está claro que contra el componente genético no podemos actuar, pero sí hay otros factores que podemos controlar. Como las preferencias alimentarias también se aprenden a través de la experiencia con los alimentos y la comida, pueden ser modificables.
Por ello es importante dar ejemplo a los niños con los hábitos alimentarios de la familia, y aunque esto resulte más fácil llevarlo a cabo a una edad temprana, también cuando crecen pueden producirse cambios hacia un consumo de alimentos más saludables.
Nuestro ejemplo también debe pasar por probar nuevos alimentos nosotros mismos, no rechazarlos, disfrutar con las novedades, hablarles de los distintos sabores… Evidentemente, si algo no nos gusta, se puede explicar por qué (es muy salado, un sabor picante, me sienta mal…), pero hay que “experimentar” de cuando en cuando para que nos vean disfrutar con ello.
Pero los expertos señalan que cada vez es más frecuente observar niños que “se acomodan” en determinada comida, muchas veces poco saludable y en relación al poco tiempo familiar, y que crece el desinterés por incorporar comidas más nuevas, más elaboradas.
Aún recuerdo un capítulo de SuperNanny en que salía un niño acostumbrado a comer una determinada marca de jamón cocido, pan y patatas fritas, y de ahí no había quien lo sacara. ¿Cómo había llegado el niño a ese extremo? Comiendo esos alimentos desde hacía mucho tiempo. Cierto que a veces hace falta mucha paciencia para que prueben nuevos alimentos, hace falta tiempo, imaginación, compañía… y no siempre lo tenemos tan fácil.
Cuando los niños incorporan nuevos alimentos, podemos intentar darle uno nuevo junto con uno conocido, incluso combinándolos. No conviene presionar al niño, pues esto puede retardar el proceso de aceptación. Quitarle importancia al rechazo puede ayudarles a ser más “valientes” otro día.
Comer debe ser una experiencia positiva, por ello no caben castigos o sobornos. Hay que divertirse comiendo, e incluso preparando la comida. Si el niño manipula los alimentos, ayuda a preparar los platos, se familiariza con ellos desde otro punto de vista y le ayudará a perder el miedo.
La neofobia es un miedo derivado en la mayoría de los casos de una dieta bastante pobre en cuanto a sabores, de modo que también hemos de procurar un menú variado. Pero, incluso antes de que se sienten en la mesa, antes de que hayan nacido, podemos acostumbrar al bebé a nuevos sabores.
Sabores nuevos desde el útero materno
Durante el embarazo y la lactancia es importante que la mamá lleve una dieta lo más variada y sana posible. En el embarazo los sabores pueden pasar al líquido amniótico y de ahí al feto.
Además, el sabor de la leche materna irá cambiando dependiendo de la alimentación, lo que ofrece al bebé la posibilidad de comenzar a identificar sabores. Por ello, los bebés amamantados son más proclives a aceptar los sabores nuevos, ya que la leche materna varía su sabor según la dieta de la madre.
Normalmente con la edad se amplía el rango de alimentos probados, disminuye la neofobia o el miedo a probar nuevos alimentos y aumenta la autonomía del niño con relación a los alimentos y la comida. Si la dieta del pequeño es muy pobre, hay que consultar al pediatra para ver si tuviera carencias que pudieran afectar a su salud, pero sobre todo hay que intentar que tomen una dieta variada y sana desde pequeños.
Podemos percibir un amplio abanico de sabores, pero aún podríamos percibir muchos más si fuésemos sibaritas, al menos esa es la fama que tienen. Esa fama tiene su explicación, al parecer disponen de mayor número de papilas gustativas en sus lenguas llegando a triplicar la cantidad con relación a una persona con la cantidad normal de estos órganos sensoriales.
Esto es una cualidad que poseen unos pocos, pero nosotros también podemos educar el sentido del gusto de nuestros hijos mediante una amplia y variada alimentación, cuanto más variada sea más estímulos se provocarán en el sentido del gusto y como consecuencia se realizarán nuevas conexiones neuronales que se identificarán con los nuevos sabores.
Hay una amplia oferta de alimentos que ayudan a desarrollar plenamente este sentido, una dieta rica y variada ayuda en la educación del sentido del gusto.
Cuantas veces hemos visto niños, ya un poco mayores que se cierran en banda y no quieren probar nuevos alimentos, algunos incluso sólo quieren una decena de tipos de platos y esto siempre tiene que ver con la educación inicial de los sabores. Por este motivo, es aconsejable iniciar cuanto antes esta educación del gusto.
Cuantas veces hemos visto niños, ya un poco mayores que se cierran en banda y no quieren probar nuevos alimentos, algunos incluso sólo quieren una decena de tipos de platos y esto siempre tiene que ver con la educación inicial de los sabores. Por este motivo, es aconsejable iniciar cuanto antes esta educación del gusto.
Hay que invitar al niño a probar siempre los guisos, no aceptar un no por respuesta o un no me gusta, sin antes haberlo probado. Y aún así, en algunas ocasiones más hay que volverle a invitar a probar el mismo plato, ya que de esta manera se acostumbran al sabor gracias a las nuevas conexiones neuronales que se van estableciendo.
Pero para que sea mucho más fácil darle estas nuevas comidas al niño, debemos hacerlo de una manera divertida como decirle que pruebe el guiso con la punta de la lengua y tu hacer lo mismo, la situación es un poco cómica pero efectiva para muchos niños. Ayuda a que no den precipitadamente un no.
Laboriosa y gratificante es la tarea de los papás para educar en todos los sentidos a los hijos, educar el sentido del gusto le ayudará a tener una buena alimentación cuando crezca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario